Lilith: La primera mujer
Contrariamente a lo que se nos ha hecho creer, la primera mujer en el Jardín del Edén no fue Eva. La primera mujer creada por Dios fue Lilith, una mujer llena de hermosura y capacidad para disfrutar de su sexualidad. Estaba hecha de la misma sustancia que Adán, no sacada de una de las costillas de éste. Todo iba bien en el Paraíso, hasta que llegó la hora del sexo.
Lilith no quería ser una esclava de nadie, sino una compañera, con capacidad para compartir y gozar. Ni mucho menos quería estar sometida a nadie. Podríamos decir que Lilith fue la primera feminista: desafió las órdenes de Adán e incluso de Dios. Y por eso fue expulsada del Paraíso. El poder sexual de la mujer pasó a ser algo peligroso, algo transgresor. Y empezaron los tiempos del patriarcado.
Quizá por eso la Iglesia siempre ha visto en el sexo algo pecaminoso. Quizá por eso, para la Iglesia, las mujeres no tuvieron alma hasta el Concilio de Nicea.
Lilith representa la energía creativa que une el sexo con la espiritualidad. Es el instinto del goce y la fuerza oscura que hay en todo proceso creativo.
Representa el punto donde podemos llegar a ser transgresores, es decir, donde podemos ir un poco mas allá.
LILITH, LA HISTORIA QUE NO NOS CONTARON.
El varón se llamó Adán y la mujer Lilith (según consta en la literatura hebrea). Lilith, la primera esposa de Adán estaba hecha con "arcilla del suelo", igual que él. Era hermosa, vital, inquieta, inquisitiva… libre… y no disimulaba su risa cuando Adán, todavía un novato en esto de estar en el Paraíso, se equivocaba. La mirada divertida y burlona de Lilith lo desconcertaba. ¿Cómo se podía reir de él? que estaba hecho a imagen y semejanza de Dios y Dios era perfecto y todo lo hacía bien.
Los primeros tiempos, Adán estaba entusiasmado con esta mujer, que representaba todo un desafío. Pero después se cansó de tener que reflexionar con ella, negociar y llegar a acuerdos en los que en ocasiones, según él, "salía perdiendo"… además ella no quería estar siempre "abajo", sabía lo que quería y pedía lo que tenía ganas. Era muy demandante.
Fue por esa época que él se tomó muy en serio lo de "dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven en la tierra", y comenzó a dar órdenes que Lilith prolijamente no cumplía. Desalentado visitaba a Dios y le contaba sus tribulaciones. El Creador, cansado de tantos lamentos, habló con Lilith:
"Adán es un buen muchacho, mirá que paciencia que te tiene, ¿dónde vas a encontrar otro? Mejor hacele caso."
¿Hacerle caso? ¿Subordinarse a ese "buen muchacho" incapaz de entender que eran diferentes, pero que eso no significaba ser mejor o peor, reacio a aceptar una convivencia sin jerarquías, en un plano de igualdad? No, decididamente NO. Habían sido creados el mismo día y de la misma manera, por lo tanto tenían los mismos derechos, argumentó y se fue a nadar despreocupada en la cascada, exhalando a su paso un aroma a hierbas y musgo que hizo suspirar al creador. Indudablemente la "rebeldía" tenía su encanto.
Un día, cansada de los lloriqueos de Adán y de las presiones de Dios, decidió que el Paraíso no tenía nada de maravilloso y se fue. Así de simple, sin sentir una pizca de remordimiento o de culpa. El pecado todavía no existía. Cuentan que le dejó todo a Adán, no se llevó ni una hoja de parra. Su desnudez la hacía sentir hermosa y fuerte.
Dios respiró aliviado creyendo que habían acabado todos los problemas, pero no. Adán estaba insoportable: a pesar de toda su cacareada autosuficiencia, la soledad le pesaba. Ya nadie aplaudía lo que hacía, ni le daba las gracias, ni… Ni las sumisas ovejas, ni las juguetonas cabras podían compararse con Lilith. ¡Realmente cómo se habían divertido!
La tristeza de Adán conmovió al Creador… además, quería sacarselo de encima; había que reconocer que, sin una mujer, se ponía muy fastidioso. Entonces, decidió darle una compañera menos "independiente".